A veces me preguntaba como sería la vida de un aventurero perdido en la jungla. Sentía como una presión por saberlo y sentirlo, miles de preguntas por si algún día conociese a uno de esos tan famosos. Miles de libros y ninguna respuesta o solución a este pensamiento tan eterno y difícil de olvidar. Este sueño se debía al trabajo de mi padre. Le llamaban el gran aventurero Eduardo.
Yo me llamo igual que mi padre, pero con un mote un poco especial «Edu» y tengo diez años. Cuando venia de trabajar después de días, semanas o incluso años, yo no lo veía muy contento. No sé, sentía que cada vez iba perdiendo la ilusión por el trabajo porque hace unos años venía de sus viajes más feliz que una perdiz. Yo me sentía culpable, porque no paraba de preguntarle que cómo era la vida de un aventurero. A lo mejor yo era quien le atosigaba con mis interminables o razonables preguntas.
Un día me dio por hacerle la pregunta que llevaba años rondando por mi cabeza, y le pregunté:
–Papá, ¿por qué cada vez vienes con menos entusiasmo del trabajo? ¿O es qué no tienes ganas de ver a tu familia?
–Mira hijo ya estoy harto de tus preguntas. Pero por otra parte te has equivocado al hablar así a tu padre. Cuando yo era pequeño no era tan preguntón como tú–dijo–. Y se fue a su habitación en silencio.
Mi madre y yo nos quedamos un poco sorprendidos, sobre todo yo, porque yo no quería molestar.
–Ya lo sé hijo, pero ya sabes como es tu padre por nada se pone como los diablos–dijo mi madre–.
Me fui muy deprimido a mi habitación, no pase muy buena noche. Cuando me levante me asombré al no ver a mi padre, cosa que me extrañó porque él es el primero, que cuando mi madre dice a desayunar, comer o cenar se sienta a la mesa. Pero lo más extraño era que mi madre no estuviera en la cocina preparando esas tortitas tan buenas con sirope. Yo todo preocupado empecé a buscar por toda la casa, cuando subí las escaleras me encontré en el suelo una carta, la abrí y leí:
–Esta tarde a las 18:15 en el aeropuerto.
Eran las 10:01 pensé: ¿quién me querrá ver a mi en el aeropuerto? Piensa, piensa… ¡no, no! Razona… Le daba miles de vueltas, pensamientos tontos, divertidos… Algunas veces me distraía, otras pensaba…
–¡Edu concéntrate por favor!
Cuando me vino a la cabeza que tal vez esa carta me la habían escrito mis padres, pero por qué, ahora la pregunta era por qué.
–¡Claro! Querrán, como siempre regañarme a escondidas para que la abuela Matilde no se entere de que me habían reñido por mi mal comportamiento la noche anterior.
Pero lo extraño era que por qué en el aeropuerto, yo seguía pensando que podía ser, tantas vueltas que le di, que llegué a la conclusión de que tal vez se refería a la cafetería que se llamaba Aeropuerto y que estaba en frente del colegio. Yo me fui a la cafetería con un poco de miedo. Cuando llegué, me encontré con mi padre y mi madre, lo que indicaba que no me había equivocado de lugar. Yo intenté retirarme de la cafetería pero justamente tropecé y llamé la atención de todos. Entonces ellos me vieron y me dijeron:
–Edu, hijo, por fin, ven, acércate te queremos decir algo.
Yo veía a mi padre muy contento y a demás con dos maletas en la mano, eso no era nada bueno y pensé que me iban a llevar a un colegio interno. Me acerqué con un poco de miedo a la mesa donde estaban mis padres. Ellos me dijeron que no me tenía que haber portado tan mal con papá y yo lo asumí, entonces le pregunté:
–¿Voy a ir a un colegio interno?
Ellos se quedaron sorprendidos, proseguí:
–¿Sí o no?.
Mi padre me dijo que él nunca iba a llevar a su pequeño angelito a ese lugar tan infernal y que también él se había portado como un bebé. Mi madre dijo que nos invitaba a un helado para animar el ambiente. Cuando llegamos a la mejor heladería del mundo, mi padre me preguntó si quería ir con él a una expedición al Amazonas. Yo le contesté todo ilusionado que me encantaría, entonces riéndome le dije:
–¿Soy yo tan valiente para ir con vos mi querido caballero?
Todos echamos un par de carcajadas. Mi padre me dijo que para ir a una expedición no hay que ser valiente, si no creer en lo que quieres hacer y cómo. Yo le dije que cuando íbamos a irnos, él me respondió que esa misma noche. Cuando llegaron las 00:30 ya sabía que era la hora de partir al Amazonas. Nos montamos en el avión que parecía ser privado. Pasaron 5 horas, eso significaba que sólo quedaban 14 horas para llegar a nuestro destino. Entonces yo cada hora que pasaba estaba más nervioso. Cuando solo faltaban dos horas yo le pregunté a mi padre:
–¿Papá toda la experiencia que vamos a pasar, es peligrosa?
El me contestó que si permanecía a su lado no me pasaría nada. Y que sí me encontraba algún animal que no conociera, que me quedara quieto que no me iba a pasar nada, que no me iba hacer daño. De lo contrario me podría devorar. Entonces yo exclamé:
–¡Cómo me voy a estar quieto!
Él me dijo que le hiciese caso. Sólo quedaban dos minutos para aterrizar y yo estaba muy nervioso. Cuando nos bajamos del avión había unas vistas impresionantes. Cuando nos instalamos en el hotel yo me quedé dormido como un tronco, claro que no había dormido en todo el viaje.
Al día siguiente por la mañana fuimos a la primera expedición de seis. Yo llegué impresionado de la gran aventura que había tenido ese mismo día, había descubierto muchas cosas nuevas. Al segundo día tenía ganas de aprender mucho más. En medio de la expedición, descargo una gran tormenta, yo estaba aterrado cuando regresamos al hotel. Y así cada expedición era más emocionante. Cuando volvimos a casa le di un gran abrazo y un enorme beso a mi madre y a la abuela Matilde, y les conté todo le que había aprendido. Eso sí que nunca lo olvidaré.
Un relato fresco y ágil, al leerlo dan ganas de viajar a uno de esos destinos pocos frecuentados por los turistas!!!
María, te invito a escribir otro cuento detallándonos más ese magnífico viaje al Amazonas…..
Hola cariño, que te voy a decir que no sepas ya, que estoy muy orgullosa de ti y cómo no, que me encanta tu imaginación y tu forma sencilla de escribir.
Espero que sigas igual de inspirada y que nos sorprendas con una nueva historia.
Un beso muy fuerte de mamá.
Me has dejado impresionada. Espero que continues con la historia porque me has dejado muy intrigada y con ganas de saber más de ese viaje. Me ha gustado mucho leerlo, me has llevado al amazonas y me gustaría volver con alguna de tus historias allí ..o a cualquier otro sitio. Tienes mucho talento. Espero la segunda entrega…..
Desde Valdemoro (Madrid) te seguimos.
un beso muy grande
Después de un maratoniano curso cargado de estudios y exámenes continuos, más las clases de baile, de ajedrez, y de alguna cosa más que seguro se me escapa, llegan las vacaciones de verano y para inaugurarlas, María, además de traer unas notas espléndidas —como siempre—, sigue trabajando, derrochando imaginación y deleitándonos con un texto sorprendente. Preciosa lección para los adultos que nos quejamos de no tener tiempo para nada.
Enhorabuena, María. Espero que ya hayas comenzado a escribir el siguiente relato.
Es un auténtico placer leer tus creaciones.
Un besin.
Siempre es un placer ver que una niña dedica su precioso tiempo al oficio más antiguo, enriquecedor y a veces duro del mundo: narrar una historia. Y bien narrada. Enhorabuena!
María….me ha encantado.
Espero leer muy pronto la segunda parte, continuará…..
Ahora a disfrutar del verano.
Un beso
Enhorabuena María. Me encantaría saber si ese niño va a seguir viajando y contándonos sus aventuras. Quede con ganas de mas. Yo creo que entre baño y baño este verano podria empezar otra historia.
Un beso muy fuerte y sigue disfrutando de todo lo que haces.
María, me ha encantado!!!
Espero que escribas pronto la segunda parte, (continuará…..)
Ahora a disfrutar del verano.
Un besín
hola maria yo tambien me quede con ganas de una segunda parte. eres una persona magnifica y ya quisieran muchos mayores tener el corazon que tienes tu.
eres un encanto y cuando estas conmigo las horas se me pasan como si fueran segundos.
gracias por todas las alegrias que me das y que sepas que te mereces todo lo del mundo.un besazo te quiero muchisimooooooo