Sobre la mesa, el titular de la primera página del periódico dejaba poco lugar a la imaginación: Bernal, amenazado. Más abajo, en la fotografía se podía leer la amenaza pintada sobre una de las paredes de la fábrica y una diana toscamente dibujada. Un poco más allá de las hojas del periódico, desde un porta retratos de plata, Ana y Lucía, su mujer y su hija, le sonreían también a todo color. A pesar de la distancia, podía oír la voz de Ana pidiéndole que no se metiera en aquellos negocios de los que apenas tenía conocimientos.
–Tu mundo es otro, decía, tu sabes dirigir empresas textiles, sabes de logística y mercados pero no tienes ni idea de importaciones. Por favor, no te metas ahí. Déjalo antes de empezar.
Estuvo a punto de hacerle caso, de no seguir adelante con la operación, pero cometió el error de comentarle las dudas de su esposa a quien le había propuesto el negocio. Son paranoias de tu mujer, le dijo, intenta que no te embarques en nuevos proyectos para que estés en casa, con ella, tomando café. Tú mismo, aceptaré tu decisión sea cual sea, le dijo antes de poner fin a la conversación, pero a lo mejor yo debo plantearme tener un director general que hace todo lo que le ordena su mujercita…
Aquella conversación había sucedido sólo seis meses atrás, un par de días antes de aceptar. Después vendría la toma de decisiones, su firma en acuerdos con empresas fantasma, las cuentas imaginativas, la huida de Ana y Lucía, la caída en desgracia y, finalmente, su cara rodeada por una diana en una sucia pared. Quien ha pintado esto, se dijo con aplomo, no está bromeando. Quizá deba contratar un guardaespaldas. O quizá no, al fin y al cabo, son sólo palabras.
¡Me encanta ver movimiento por aquí!
Estupendo relato, cómo siempre, y muy actual.
A ver si consigo poner en orden mis cosas y un día, no muy lejano, logro seguirte.
de momento, el movimiento seguirá unas semanas pero no vendría mal un poco de ayuda. ¡Anímate!