No era muy temprano, serían las diez y algo de la mañana, cuando se dirigieron al parque cercano al piso. Iban caminando despacio, con el sol calentándoles las espaldas, por una avenida casi vacía. Caminaban en silencio, como hacían casi siempre, pensando cada uno en sus asuntos. Margarita, como tiene por costumbre, sujetaba el brazo… Seguir leyendo Al final de la acera