Al final de la acera

No era muy temprano, serían las diez y algo de la mañana, cuando se dirigieron al parque cercano al piso. Iban caminando despacio, con el sol calentándoles las espaldas, por una avenida casi vacía. Caminaban en silencio, como hacían casi siempre, pensando cada uno en sus asuntos. Margarita, como tiene por costumbre, sujetaba el brazo derecho de su marido. Nicasio, gallardo, intentaba que no se note que le desnivela. Son muchos los años pasados y todos van dejando huella.

A la mitad de la avenida, Nicasio levantó la mirada y vio a la Muerte al final de la acera. Ya me parecía que tardaba en aparecer, masculló entre dientes. Mientras no mire hacia aquí… Seguían caminando lentamente, directamente hacia la parca y, unos metros más allá, ésta se giró y se quedó mirando en dirección a la pareja de ancianos. A Nicasio se le iba el alma.

Hacía ya un tiempo que esperaba algo así, una aparición rápida de la Muerte, un final indoloro, preferiblemente, y a ver qué viene después. A esa edad, noventa y cinco años, cada nuevo día era una oportunidad. La esperaba, es cierto, pero le habría gustado tener algún día más. ¿Y qué será de Marga?

A unos treinta metros de la pareja, la Muerte comenzó a andar en su dirección. Cinco, quizá diez segundos fue lo que calculó Nicasio que le quedaba. Una frase. ¿Cuál quieres que sea tu última frase Nico?, se preguntó. Ya estaba a sólo un puñado de pasos y se le echaba encima.

–Marga, yo…

Margarita miró a su marido mientras éste miraba fijamente al frente, a la Muerte que ya estaba a dos pasos.

–Yo…
–¿Qué Nico? ¿Tú qué?

La Muerte no se detuvo frente a él. Simplemente pasó a su lado, mientras a sus espaldas se escuchaba un ruido sordo al principio de la avenida. Nicasio se detuvo y se volvió a tiempo para ver cómo un coche se saltaba una señal de stop y embestía a otro. Sujetó a su mujer por los antebrazos y la miró a los ojos. Estaba aliviado.

–¡Qué cada día te encuentro más guapa, mujer!
–¡Serás zalamero!

Por diego

Pues eso, alguien loco, con cinismo, pleno de deseo y vacío de saliva de tanto gritar en el desierto.

3 comentarios

  1. ¡Que agradable sorpresa! Cómo el lunes no hubo ningún movimiento por aquí, ya pensé que tendría que pasar una semana más sin poder disfrutar de un nuevo relato.
    Gracias, Diego, por la fresca descripción de este “tú a tú “con la muerte. Cruda realidad por la que todos, más tarde o más temprano, tendremos que pasar. Te confieso que según iba leyendo, estaba convencida de que la parca no se llevaría a Nicasio, sino a Margarita.
    El final, además de sorprender deja un buen gusto. 🙂 🙂 🙂

  2. Calla, calla deja quepase aunque sea raspiando. Me gusta esa sensación de angustia que deja hasta el final

  3. Pily, hace dos lunes que no hay cuento porque no encontraba nada sobre lo que escribir. Ayer, volviendo al trabajo por la tarde, vi a una pareja de ancianos caminar por una avenida sin tráfico… el resto creo que te suena :D.
    Desde el principio, la idea fue esa, un cruce de caminos. Además, si la muerte fuese a por Marga, sería ella quien la viese. Además, esto es ficción, no podría ser tan cruel.

    Mieres13, esa es la idea a transmitir, angustia, temor y todo muy rápido.

    ¡Saludos!

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