Las notas de la canción se repetían una y otra vez, mientras los dedos de Mara aporreaban el teclado insistentemente, dejándose guiar por un dolor irreverente que teñía con avidez la hoja en blanco que aparecía en la pantalla del ordenador. Su única esperanza era poder vaciar en ella toda su rabia, y sólo de vez en cuando tomaba un respiro para limpiar el moquillo que goteaba de su nariz, mezclado con el salitre de unas lágrimas que corrían vertiginosamente por sus mejillas.
¡No podía más!
Notaba una rara fatiga oprimiéndole el pecho y buscaba sacudirla fuera de sí a través del trote incesante de sus dedos por cada letra que subrayaba una decepción, pero al contrario de lo que esperaba, su angustia seguía creciendo, alimentada por una voz interior que, a la vez que le susurraba, invitándola a escudriñar cada rincón de su memoria, permitía que una opresiva inquietud la empujara a huir. Pocas veces se atrevía a realizar una incursión en su pasado, porque sus propias preguntas la atormentaban.
Sentía un terrible latido de frío inundándola de ausencias, al mismo tiempo que los colores del silencio aplastaban todos sus sueños.
¿Cómo evitar caer en la nostalgia?
Durante mucho tiempo había dejado de cultivar el huerto de sus amistades, mientras pasivamente consentía que el árbol de sus recuerdos se despojara de todos sus ayeres. A veces le resultaba placentero dejar la mente en blanco con el fin de evitar imágenes pasadas, incómodas algunas, muchas más dolorosas. Pero ahora, que su mayor miedo era no sentir, no podía evitar preguntarse para qué le servía su dignidad intacta, mientras se obligaba a tomar conciencia de su situación. Su vida había transcurrido paseando distancias entre el miedo y la esperanza, sin poder distinguir la nostalgia de la soledad.
Si pudiera comprar un sueño, se atrevió a pensar… y entonces mismo tomó la decisión de ir en busca de un añorado amanecer perdido.
No le costó mucho encontrarlo, estaba allí, lo tenía localizado donde las emociones estallan indolentes y comienzan a desdibujar la realidad. Donde la memoria se despereza, como si los límites surgieran de la nada. Donde la magia del recuerdo consigue amortiguar la explosión de una realidad ingrata. Y se sintió capaz de saltar horizontes en busca de aquel hechizo de fascinación y curiosidad que llevaba demasiados años sellado por el aleteo del silencio.
La música seguía flotando en el aire mientras ella se dejaba seducir por el anhelo…
Y me voy a buscar el primer beso que pedí
A tenerle miedo a no sentir
A reírme como la primera vez
A creer que todo es fácil de entender…
Que lindo, que lindo, que lindo!! Pily!!!! Me encantó!!!!
Se viene la publicación de cuentos…?
Qué bueno que te guste, Marcela.
A nosotros nos encantaría contar con más participantes. ¿Por qué no te animas a enviarnos algo?