Un sueño propio

Hubo una época en que el niño soñaba con ser famoso y salir en la televisión. Quería que un montón de gente se supiese su nombre y lo saludasen por la calle. Quería tener muchos amigos. Más tarde, su sueño cambió y jugó con él, con el soñador y le hizo creer que quería ser astronauta, que ver la tierra desde la luna sería su mayor ilusión.
Cuando ya se había imaginado con su traje hermético y su brillante escafandra, flotando en el espacio exterior, otro sueño le revolvió la placidez del descanso, incitándole a ser un jefe indio. En ese instante, todo su mundo pasaba por tener un penacho de plumas, un gran arco y un carcaj repleto de flechas, mientras recorría el medio oeste americano seguido de sus guerreros. Pero un día el niño se cansó de seguir las órdenes de los sueños y se rebeló. Noche tras noche se acostaba y se dormía rápidamente para no soñar, para no darles tiempo a idear un nuevo mundo, otra fantasía en la que quedarse atrapado.
Durante meses, el niño se quedaba plácidamente dormido, inmóvil y ausente, para despertarse tranquilo y sin rastro de la agitación de los sueños en su expresión. Un tiempo después los sueños claudicaron, incapaces de imponer sus fantasías al niño que, por primera vez, tuvo un sueño propio. Y soñó con libros, con montones de palabras y con enormes bocas que leían textos. Quería ser escritor.

Por diego

Pues eso, alguien loco, con cinismo, pleno de deseo y vacío de saliva de tanto gritar en el desierto.

10 comentarios

  1. ¡Por fin me llevo una alegría! Me encanta ver movimiento por aquí, Diego.
    Preciosa historia, con una metamorfosis llena de ternura, que consigue envolver al lector hasta hacerle sentirse protagonista de tu relato.
    Enhorabuena.

  2. ¿Trampa? De ninguna manera. Lo importante es que esto no se apague. Tú sigue tirando de archivo todo lo que quieras, porque tienes historias preciosas que merece la pena rescatar.

Los comentarios están cerrados.