Nací con el mundo y en mi deambular, he recorrido toda la masa terrestre exceptuando los polos. Esos no. Esos supondrían una muerte de años suspendidos. Ciclos de sueño aletargado en el frío que, con pocas esperanzas, de seguro me harían envejecer más deprisa. No dejarían tiempo para disfrutar de las maravillas que cada cierta época logro alcanzar. Soy como un suspiro lleno de nostalgia que arropa con delicada sonrisa, recuerdos almacenados por el espacio de mi piel. El tiempo que para las personas es un dolor de cabeza, para mí, solo representa una minúscula mota de polvo sobre un mueble. Sólo enmarca espacio andado y con un golpe de gamuza, desaparece dejando ver los hermosos tonos de la madera. Cada día disfruto más con mi destino aunque, la verdad, últimamente me han tocado lugares muy variables. Me encanta sentir como el aire masajea mi cuerpo. Aprecio un inmenso placer cuando esto sucede. Es una sensación que me vuelve loca. Soy empujada, arrancada de los abrazos de mis hermanas para precipitarme en el vacío de la inmensidad y caer sin miedo hacia la espesura de la tierra. En los escasos segundos que tardo en llegar, el corazón se me encoje y la densidad de mi entidad se recarga de alegría pues acabo de nacer. Un inmenso vacío se abre ante mí. Un universo conocido me espera y sin embargo, cada vez me asombra con nuevos destellos de incertidumbre; las personas son tan… imprevisibles que en ocasiones me sorprende la facilidad que tienen para mejorar el entorno aunque, con ello, hagan un daño irreparable en la naturaleza. El cielo es algodón oscuro. Todos abajo esperan una tormenta, pero solo caemos cuatro gotas. El resto de seguro lo harán en otros horizontes. Estoy llegando al suelo. Veo con desgana el lugar al que me estoy acercando e intento por todos los medios no terminar en él. Me ha sido imposible evitarlo. He caído en un río. Los millones de compañeras que viajan por él, hacen mucho bullicio ya que todas hablan a la vez. Gritan y gritan para poder entenderse. Me apretujo contra ellas y me dejo arrastrar por la masa que formamos. Somos como una montaña rusa que asciende y desciende siempre en una misma dirección. Los árboles pasan tan deprisa que casi no me da tiempo a verlos con claridad. Me acerco a la orilla. El viaje es más bello ahora. Puedo distinguir perfectamente todo lo que me rodea y disfruto. La oscuridad nos absorbe. Siento un escalofrío al no poder ver. Es una sensación tan extraña. La estrechez es cada vez más elocuente. Soy absorbida por una fuerza que me obliga a traspasar muros de tierra y piedra. Al pasar por ellos, siento como mi alma se purifica. Sigo por caminos que no reconozco, pero sé donde voy a terminar. Aunque no me importa, el tiempo trascurre sereno. El recorrido es largo. Ya tengo ganas de llegar. La calma muere mientras el torrente corre más deprisa. Me acoplo a otras gotas que vienen calientes; he tenido suerte. Eso de pasar por el fuego hasta no poder soportar el calor y dejar que parte de mí se evapore, no me resulta agradable. Me agarro al borde del orificio de salida y me dejo resbalar hasta quedar en un lado de él. Aguanto. Miro. Por segunda vez, la suerte me acompaña, es una mujer. Espero a que el torrente se cierre. Doy tiempo a que se seque y antes de que salga de la ducha me desprendo. Me precipito con la intención de alcanzar su cabeza. Luego me escurriré por su espalda. La recorreré con suavidad. Me colaré por las nalgas y si tengo ocasión, bajaré por sus muslos. Es un deleite sentir la suavidad de la piel, apreciar ese calor humano que encierra sabiduría y dulzura. Navegar libremente sin obstáculos. Ser por un momento, parte de ella. ¡No, no lo hagas! ¡Espera! Antes de que pudiese llegar a su cabeza, se la tapa con una toalla. Quedo enredada en los hilos que la forman. Se mueve con rapidez. Con cada paso, mi cuerpo se bambolea, me sujeto con fuerza para no caer, sería una pena no poder alcanzar mi objetivo antes de partir. Un movimiento que me sorprende; una perdida de fijación y me veo lanzada por el aire. Miro con pavor hacia el lugar a donde voy a parar. Respiro tranquila y choco con la mejilla de una niña que está postrada en una cama. Lentamente me desplazo por ella. De pronto soy alcanzada por otra gota que baja veloz y tras ella, otra más. Son diferentes. Son cálidas y al unirse conmigo, me hacen sentir una sensación que nunca antes había tenido. Todo es tan extraño. En mi alma de agua aprecio amor, angustia, pena y desconsuelo. Mi contorno se calienta y se sala. Me invade la ternura y no sé porque los recuerdos me recorren con ánimo de nostalgia. Un pañuelo de papel intenta quitarnos de en medio, pero antes de que llegue a tocarnos, caemos al suelo. En un principio nos desparramamos. Con un esfuerzo supremo logro recomponerme. Un armario cubre parte de mi visión. Observo como la mujer del baño abraza a la niña que llora. La consuela. Le da cariño y hasta le hace sonreír. Se levanta y desaparece. La niña no dice nada. Siento su respiración alterada por algún profundo suspiro y luego paz. Al lado de la cama, hay una silla de ruedas. La mujer regresa. ¡Ohhhhhhh, no! En sus manos porta nuestro peor enemigo: una fregona. La mueve con rapidez de un lado a otro. Espero que no me haya visto. Parece que… ¡mierda! Me atrapó. Recorro la casa atada a las briznas de tela sin poder librarme de ellas. La escurre en un caldero donde otras gotas, éstas sucias y con olor desagradable, esperan su liberación. Al rato, siento como el recipiente se inclina. Caemos en el retrete. Pronto seré libre. La oscuridad me envuelve. El olor es más desagradable que antes. Millones de gotas volvemos a encontrarnos. Somos guiadas como corderos. Nos zarandean, remueven y filtran para librarnos de la suciedad que encerramos. Nos devuelven al torrente del río. El mar está cerca, lo huelo. Allí volveré a elevarme en las alturas y volveré a nacer. Esta es mi vida. Nací con el mundo y en mi deambular, he recorrido toda la masa terrestre exceptuando los polos.
2 comentarios
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¡Bravo, Mieres13!
Lo primero darte las gracias por hacer que esto se active un poco, y lo segundo, mi más sincera enhorabuena por el relato. ¡Me encanta! Aunque te confieso que me costó reconocer tu estilo. Has hecho un cambio de registro importante y el resultado es abrumador. Te repito mis felicitaciones.
Un abrazo.
Gracias Pily. Todo se recicla hasta el agua. Un abrazo.