Nada más después de ella

Al principio, ni tan siquiera se dio cuenta puesto que fue un gesto automático. Simplemente escribió aquel nombre, como una palabra más, enredada en mitad de una frase y sin acordarse de ella. Garabateó su nombre dentro de una frase, fuera de cualquier contexto y, al repasar lo escrito, aquellas seis letras mutaron y se fueron convirtiendo en unos rasgos, una nariz, unos ojos, para terminar dibujando una cara conocida.

No fue hasta el instante en que aquella cara conocida le devolvió la mirada desde el papel, que no tuvo constancia de lo sucedido. El resto de palabras escritas en el papel se fueron difuminando hasta desaparecer ante sus ojos y sólo quedó la cara, mirándole fíjamente.

Y no pudo esquivar la mirada.

Más tarde, más calmado, admitió que tuvo la misma sensación que le embargaba años atrás, cuando la observaba a escondidas. Esa extraña sensación de saber que cada una de las vértebras de su columna vertebral se habían convertido en goma. Esa sensación que, irremediablemente, precedía al desastre, al vacío, al vértigo de una caída que todavía no vislumbraba. Esa extraña y adictiva sensación que tanto hacía que no sentía y que tanto había añorado.

Las mismas sensaciones y los mismos miedos de entonces. Sentía como si no hubiese vivido nada más después de ella, como si no hubiese aprendido nada nuevo en los diez años que habían pasado desde que pudo observar con calma y por última vez sus facciones. Los viejos miedos de siempre, sus cuatro jinetes. Muerte, soledad, dependencia y hastío. Querer estar solo sin saber cómo. Más miedo a fallar que a ser fallado. Miedo a no saber qué hacer, a no tener nada entre manos, a caer en el vicio de la autodestrucción.

Ensimismado como estaba, tardó en darse cuenta que la cara le guiñaba un ojo. Y asistió, lentamente, al proceso inverso. El guiño mutó en un texto que él había escrito y que, sin saber porqué, le era completamente ajeno. Y volvió a sentir el mismo hueco que ella dejó tras su marcha.

Por diego

Pues eso, alguien loco, con cinismo, pleno de deseo y vacío de saliva de tanto gritar en el desierto.

2 comentarios

  1. Gracias por este nuevo regalo, Diego.
    Conmovedor y brillante argumento con los ingredientes necesarios para hacerlo interesante.
    Me alegra mucho que vuelvas a publicar. 🙂 🙂 🙂

  2. la verdad es que tenía muchas ganas y, por suerte, tengo otro texto esperando a ser pulido. A ver si vuelvo a coger el ritmo deseado de un cuento cada quince días… ¡Ánimate y así hacemos este sitio un poco más movido!

    Y, por supuesto, me encanta que te guste 😀

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